Las raíces de Amagoia Etxeberria es en la unión del arte y la costura.
De niña, sus manos ya exploraban los pinceles bajo la mirada de su maestro, el pintor tolosarra Matxin Labayen. Aquellos lienzos al óleo fueron el inicio de un camino donde la creatividad se convirtió en su lenguaje natural.
La otra gran inspiración llegó de su madre, Mari Carmen Zubeldia, que con amor le cosía cada prenda desde pequeña. Entre hilos y telas, Amagoia descubrió la magia de dar forma a los sueños.
Su padre, Alberto Etxeberria, ha sido siempre un faro de humanidad y fuerza. Empresario visionario y fundador de Ezarri, le transmitió la pasión por crear y el valor de hacerlo con autenticidad.
Ese entorno sembró en Amagoia la necesidad de aprender, de formarse en diseño de moda, patronaje, moulage y alta costura. Con el tiempo, su universo artístico se expandió: pinta, dibuja, borda y explora el arte digital, donde se mueve con total libertad. En esa fusión de lo manual con lo tecnológico nacen diseños atemporales que respiran innovación y emoción.
En su obra, la haute couturese convierte en la mejor expresión de su alma: vestidos pintados, bordados a mano o transformados digitalmente, siempre únicos, siempre auténticos.
En cada creación laten valor, libertad, amor y sensibilidad.
Los diseños de Amagoia han iluminado pasarelas, eventos y alfombras, aparecido en televisión, prensa y reportajes, y han vestido a actrices, cantantes y mujeres que buscan expresar su esencia a través de lo que llevan puesto.
"La música de la máquina de coser de mi madre llenaba la casa, y en ese sonido descubrí mi destino: ser diseñadora.
El vuelo de un vestido al caminar me susurraba … eso es magia"
Mi manera de pensar y sentir ha ido transformándose con el tiempo, como parte de una evolución personal. Mi forma de ver el mundo me lleva a vivir cada experiencia con intensidad y eso se refleja en cada diseño que nace de mis manos.
Mantengo siempre abiertos mis procesos creativos. A veces supone un esfuerzo enorme: cuando una idea parece perfecta resulta difícil dejarla a un lado para buscar otro camino aún por resolver. Pero estoy convencida de que ese esfuerzo es el único que abre la puerta a resultados más auténticos.
Saber más para decidir mejor: esa es la clave.
Dicen que todo tiene un comienzo y un final. Quizá sea así en algunos casos, pero yo no quiero creerlo. Pensar en finales sería hablar de muros, de límites… y también de la ausencia de libertad. Para mí, cada creación, incluso en el instante en que parece terminar, sigue perteneciendo al mismo proceso.
No hay un final. Hay puentes. Hay continuidades. Hay un seguir y un comprender para, finalmente, comprendernos a nosotros mismos.
La haute couture es la expresión más pura de esta filosofía: piezas que no se cierran en sí mismas, sino que abren caminos, conectan mundos y revelan la esencia de quien las viste.
